Ave María, Madre Mía

Maripaz Badilla Barboza

En una calurosa tarde de domingo, las hermanas de Manuela; Pepi y Lupe, van a casa de Manuela con la intención de decidir el destino de su viejo hogar, la casa de su madre, quien falleció hace un mes.
Manuela aún conserva el altar del novenario junto con el cuadro de su madre. Ella tiene la mirada firme y la mente cerrada: “LA CASA NO SE VENDE”. No mientras su madre continúe en memoria, aunque en realidad no haya razón para quedársela, y les vendría bien el dinero para pagar la universidad de su hija, Paola.
Entre el almuerzo, el café y casi la cena, las mujeres no logran llegar a ninguna conclusión, atravesando más bien reproches, silencios y recuerdos que inevitablemente abren heridas del pasado.
Las interrupciones de Kike (el esposo de Manuela), las revelaciones de sus hijos, el calor, la tensión y el estrés son solo la receta para caos. Y justo así es... Los alegatos y gritos se intensifican cuando el cuadro de la madre cae sobre el altar y se quiebra en millones de pedacitos, junto con todo aquello que idealiza Manuela.
En medio del caos, Manuela camina hacia el patio con lágrimas recorriendo su rostro, y ya solo con la compañía de su chupito y la orquídea de su madre. Paola, preocupada por su mamá, se asoma al patio y, sin que tenga que decir nada, Manuela responde con la voz quebrada y el rostro enrojecido “Vamos a vender la casa de mamá”.

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